14 de enero de 2012

La supervivencia indígena en la cultura del cafetal

Por: Juan Manuel Delgado

Trabajo publicado en la revista Café +, volumen 1, número 1, 2007, p. 22.

A nuestros lectores les habrá sorprendido el título del artículo. Se preguntarán: ¿Qué tienen que ver los indios con el cafetal? ¿Cómo es posible que si la historia oficial dice que los indígenas fueron exterminados por los españoles durante el siglo XVI, y que el café fue introducido en Puerto Rico a principios del siglo XVIII, tengan que ver directamente con el origen y desarrollo de nuestra industria cafetalera? Veamos.

La visión de que el indígena natural había desaparecido alrededor de 1550 fue divulgada por historiadores que reproducían al pie de la letra los textos de algunas fuentes españolas sin asumir una actitud de crítica sobre ellas y por no tomar en consideración que otras fuentes de los propios españoles, las contradecían. Una de ellas, por ejemplo, era aceptar que durante los primeros años de la conquista, más de una tercera parte de los indígenas de Boriquén buscaron refugio en el Caribe oriental. Sin embargo, también aceptaban, sin crítica alguna, que todos los indígenas capturados y traídos como esclavos eran Caribes. ¿Cómo es posible que buscaran refugio como boriquenses y regresaban “Caribes”? Además, el historiador tiene que usar el sentido común. Boriquén era la isla con el bosque más cerrado e impenetrable. ¿Quién puede creer que Antonio de Santa Clara y el Presbítero Juan Ponce de León iban a visitar cada seboruco, cada cueva, cada abra, cada risco, de la región montañosa, para decirle al Rey cuántos indios quedaban en el país?

Hay otro aspecto importante. Los indios no aparecían en los censos porque en Puerto Rico nunca se realizó un censo de población hasta fines del siglo XVIII. Si en España no se realizaban, mucho menos en Puerto Rico. Lo que realizaban eran estimados de población. Curiosamente, los indios reaparecieron cuando comenzaron a realizarse censos en el último cuarto de ese siglo. Fray Iñigo Abbad dejó escrito que en las montañas de San Germán y Añasco residían descendientes de los naturales. Y que los indios participaron en la fundación de Añasco. Más aún, aseguraba que en la década de 1770 había una compañía de milicias formada por indígenas naturales. En los censos realizados entre 1776 y 1802 siempre aparecieron personas en la categoría de indios. Lo curioso es que la mayoría estaba en el oeste, en la zona cafetalera de las montañas de San Germán y Yauco. En 1779 fueron registrados 3.551 indígenas en esa región. En el censo de 1800 todavía quedaban 3.320 en San Germán. Los indios no desaparecieron. Dejaron de registrarse como indios porque en 1808 el Gobernador Toribio Montes ordenó que fueran registrados en la categoría de pardos libres.

No podemos decir que todos esos indígenas eran descendientes de los naturales de Boriquén porque hay fuentes que demuestran que durante el siglo XVIII fueron introducidos indígenas de Tierra Firme, sobre todo por San Germán. Pero aún en este caso, por qué negar que eran naturales si algunos de ellos provenían de extranjeros que habían sido trasladados a la Isla cuatro generaciones atrás.

Como ya adelantamos, a partir de 1803, la etnia indígena no es registrada como colectivo ya que fueron integrados a la categoría de pardos. No obstante, a pesar de que el Estado decretó su invisibilidad y ordenó su ostracismo histórico, los indios siguieron existiendo porque la identidad del ser no puede ser legislada ni eliminada por una ordenanza de un gobernador colonial o por el capricho de un funcionario público. De hecho, en documentos del propio Estado y de la Iglesia, aparecen en el contexto individual. Todavía en la década de 1820, aparecen registrados en actas parroquiales y Reparto de Gastos Públicos, como es el caso de Vega Baja.

La historia de los indios del siglo XIX, es decir, la historia de aquellos miles de descendientes de indios que en 1802 aparecían como hijos e hijas en los censos de San Germán y Yauco, y también la de aquellos que continuaron internados en los montes del interior, es una historia subterránea que no se encuentra en los papeles escritos por los españoles y criollos puertorriqueños. Esa historia quedó dispersa y fragmentada en el archivo del pueblo, en la historia oral. En realidad es una protohistoria porque se trata del período de una etnia que solamente poseía tradiciones originariamente orales.

Durante años he podido recopilar historias orales sobre esos indígenas del siglo XIX en más de treinta pueblos. La mayoría de las historias, recopiladas en la década de 1970, tratan sobre narraciones que hacían los ancianos, de más de ochenta años de edad, que trataban sobre un abuelo o una abuela, “de raza india pura”, que fue capturado o capturada “en los montes con jaurías de perro” para convertirlos en esclavos de las haciendas cafetaleras.

Al escuchar las primeras narraciones, pensé que se trataba de una fantasía, o de algún mito jíbaro, porque no era posible que esa narración se refiriese a las capturas que hacían los españoles en el siglo XVI. Al establecer cronológicamente el origen de cada narración, pude precisar que se trataba de algún suceso extraordinario ocurrido entre 1830 y 1870. Y ese suceso no fue otro que la instauración de las Libretas de Jornaleros que obligaba a los “vagos”, es decir, los que no tenían propiedad, a trabajar en las haciendas. El suceso ocurrió cuando el Estado buscaba, desesperadamente, mano de obra para el sistema de haciendas cafetaleras. En la medida que ocurrió esa expansión, se fueron integrando los “indios de los montes” a ese sector productivo.

¿Cómo explicar la presencia de indios en las haciendas de pueblos cafetaleros tan distantes a San Germán como Utuado, Jayuya, Ciales, Orocovis y Morovis? La respuesta también la conservaba la historia oral. Cuando le preguntábamos al anciano, considerado de “raza india”, sobre los orígenes de sus padres y abuelos “indios”, siempre salía a relucir que venían de un lugar al occidente de donde se realizaba la entrevista, sin excepción alguna. Esto implica que en la medida en que ocurrió una expansión de la industria cafetalera, desde Mayagüez hacia el oriente, en esa misma medida los indígenas se internaban en las montañas de la región oriental. La zona cafetalera, desde Lares hasta Orocovis, comenzó a desarrollarse y definirse, precisamente, en los años previos al 1815. La relación del indígena con el cafetal tiene otra explicación. Por razones de seguridad el esclavo africano no era internado en la zona central. Los españoles los mantuvieron en la costa, en cañaveral del valle, donde podían ser fácilmente vigilados.

En 1927 Tomás Navarro Tomás recopiló en Orocovis el mito de “Cómo los Indios aprendieron a tomar café”. Si el café fue introducido en Puerto Rico durante el siglo XVIII, esto implica que había indios en Puerto Rico cuando surgió ese mito. Además, la supervivencia indígena en el cafetal esta corroborada por fuentes de carácter lingüístico y etnológico que también hemos investigado en los últimos treinta y cinco años.

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